miércoles, 17 de febrero de 2016

El acoso familiar

Acosar a alguien en su entorno habitual supone condenar a la víctima a su total desestabilización psicológica, afectiva, económica y social. El resultado puede ser el desarraigo, la marginalidad, la asunción de hábitos auto-destructivos (tabaquismo, alcoholismo, drogodependencia, etc) o, frecuentemente, es la causa de que la víctima, que se ve incapaz de recuperar el equilibrio perdido, -a no ser que sea ayudada por terceras personas-, sea empujada al suicidio. En cualquier caso, el daño causado es prácticamente irreparable y, por ello, es considerado un delito penal de gravedad debido a la profunda lesión psico-social que padece la víctima maltratada y estigmatizada.







El mobbing en la familia tóxica
El objetivo del mobbing es estigmatizar a la víctima para hacerse con el poder o para preservarlo, (ya que en la mayoría de casos, quien instiga el mobbing maneja las riendas del poder familiar). Habitualmente, la víctima es percibida, por el instigador, como una amenaza a su posición de poder dentro de la familia. Dicha amenaza suele ser ilusoria y es causada por sentimientos de envidia, celos y, sobre todo, por el instinto animal de territorialidad (dicho instinto exacerba el egoísmo y el control sobre los bienes compartidos). Por otro lado, el mecanismo del chivo expiatorio suele producirse cuando el clan familiar sufre algún tipo de crisis interna y su o sus líderes recurren al sacrificio de alguno de sus miembros, como medida para reforzar los lazos grupales que se están disolviendo o que están en peligro. Obviamente, cualquier familia que base su unidad en el sacrificio humano es una familia tóxica o patológica, basada en un modelo que traerá al mundo nuevos psicópatas socialmente integrados. En todo caso, las familias dónde se promueven procesos de mobbing, deberían ser psicológicamente intervenidas o ayudadas, por orden judicial (si fuera preciso).

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